6.13.2010

De la piedra a la vida


Un día de octubre, sentada al borde del océano, rascaba la arena...
Y los dedos titubeantes hallaron esa piedra, ese corazón de piedra...
Bonito y doloroso señal lleno de sentido.
Miradla esa forma, con sus heridas blancas.
Entonces, cuidé a ese órgano, pues, aun la tierra me hacia saber que llevaba ahí un problema gordo.
Aquí estoy, lo amé, lo respeté a lo largo de esos meses...
Y llevaré 2 años dentro de poco, sin ninguna mariposa, sin cosquillas,
sin sentir latir mis venas con ese torbellino...y si, hoy estoy triste.





No decía palabras...

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque sólo sea una esperanza,
porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.

LUIS CERNUDA

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